BIOPROLIGNO: el proyecto que trasformará las podas urbanas en bioproductos de última generación
BIOPROLIGNO, un nuevo proyecto, coordinado en la parte científica por la Universidad de Alcalá (UAH) y financiado por la Unión Europea, utilizará restos de podas urbanas, que suelen acabar en vertederos, para transformarlos en bioproductos avanzados, que se usarán en jardinería y en el mantenimiento de infraestructuras.
Los restos de poda, mediante un proceso de pirólisis, se convertirán en tres bioproductos de última generación; biochar, vinagre de madera y biobetún. El biochar es uno de los bioproductos con mayor proyección futura, ya que es un sumidero permanente de carbono, permaneciendo sin metabolizar por cientos de años en el suelo. Además, sus virtudes como mejorante de suelo, hace que los crecimientos de las plantas en agricultura y jardinería se incrementen más de un 100%.
Por otro lado, el vinagre de madera se usará como herbicida en labores de mantenimiento de jardinería e infraestructuras, y como plaguicida natural, pudiendo sustituir a pesticidas sintéticos como el glifosato. Y el biobetún se probará como sustituto de betunes provenientes de combustibles fósiles.
El proyecto contará con la colaboración de las empresas FCC Medio Ambiente, que aportará los residuos y las zonas de prueba; MATINSA que usará los productos en sus labores de mantenimiento de infraestructuras y jardinería; y LAYNA, que se encargará de la trasformación de los restos mediante la pirolisis. Así, los residuos provendrán de la planta de tratamiento de la localidad de Loeches (Madrid) que gestiona FCC Medio Ambiente, se trasformarán en Guadalajara en una planta de pirólisis de la empresa LAYNA y se usarán en jardines y huertas del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá y en zonas de mantenimiento de MATINSA y FCC Medio Ambiente.
El proyecto ha sido aprobado en una convocatoria que financia colaboraciones entre instituciones de investigación y empresas privadas en el marco del Plan de recuperación, transformación y resiliencia financiado por la Unión Europea con los fondos Next Generation. Su duración es de tres años y se espera que pueda resultar en una tecnología que permita poner en valor los residuos leñosos forestales y agrícolas.